7 de septiembre de 2009

Salud y familia


Francisca Corona, Pediatra
Control sano en adolescentes
    La definición actual de salud del niño y adolescente considera la realización de todo su potencial, la satisfacción de sus necesidades y el desarrollo de capacidades que le permitan interactuar con éxito en su entorno.
    La adolescencia es una etapa de cambios rápidos en el desarrollo físico, psicológico, sexual y social. Si bien, la mayoría de las veces éstos ocurren armónicamente, en ocasiones pueden producirse en forma asincrónica, generarse patrones de enfermedades específicas o emerger síntomas de presentación inusual. En esta etapa se pasa –progresivamente- de la dependencia de los padres a la autonomía. Como es de suponer, esto lleva a la exposición a diferentes tipos de riesgos, los cuales debemos anticipar y prevenir.
    Entre los 11 y los 21 años de edad, los adolescentes deben controlarse una vez al año, siendo ésta una oportunidad para detectar y prevenir enfermedades, promover conductas saludables en diferentes áreas y entregar guías anticipatorias de lo que vendrá y cómo enfrentarlo, tanto para el adolescente como para sus padres.
    La prioridad está puesta en las preocupaciones e inquietudes que manifiesten tanto los padres como los adolescentes, además de los siguientes cinco temas a evaluar, dando mayor énfasis según las necesidades y características individuales.
    1. Crecimiento y desarrollo físico: Se evalúa la salud física y oral del adolescente, así como su imagen corporal (con especial atención en la relación que esto presenta con los trastornos de conducta alimentaria). En la adolescencia se consolidan hábitos de alimentación y actividad física que pueden mantenerse para el resto de la vida. El pediatra tiene el rol de detectar hábitos insanos, promover la alimentación saludable y la actividad física adecuada, que se traducirán en una mejor calidad de vida adulta y en prevención de enfermedades como obesidad, diabetes e hipertensión arterial.
    2. Capacidad social y académica: Se observa la vinculación del adolescente con su familia, sus pares y la comunidad, analizando sus relaciones interpersonales y su desempeño académico o laboral. De esta manera, se pueden pesquisar algunos trastornos de aprendizaje que se manifiestan recién en esta etapa, al aumentar la complejidad académica.
    3. Bienestar emocional: Busca determinar cómo el adolescente enfrenta diferentes situaciones, regula su ánimo y se presenta su salud mental. Se indaga sobre síntomas de ansiedad y depresión, los que tienden a aumentar significativamente en la adolescencia.
    4. Conductas de riesgo: En esta etapa aumentan considerablemente, por lo que se explora sobre su comportamiento frente a la exposición al tabaco, alcohol y drogas. En cuanto a la sexualidad, se evalúa la orientación del adolescente, la exposición a conductas de riesgo para embarazo, infecciones de transmisión sexual y el sentido que le da a su sexualidad.
    5. Prevención de violencia y accidentes: Se trata la responsabilidad en la conducción de automóviles y uso de medidas de seguridad, el abuso de sustancias cuando se conduce o se es pasajero de un vehículo; el matonaje o bullying (predominantemente físico en los hombres y sicológico en las mujeres) y la violencia interpersonal (peleas, violencia de pareja y acoso).
    Cada uno de estos puntos se aborda considerando la madurez del adolescente en el momento de la consulta. En los primeros controles, el o la joven va acompañado de sus padres, quienes entregan y también reciben información, y luego se le ofrece un espacio a solas con el médico para potenciar su autonomía y conversar sobre temas que puede no querer hablar frente a sus padres. No siempre la comunicación con el adolescente es fácil, sin embargo, los especialistas cuentan con herramientas y habilidades para relacionarse con él y lograr que se vaya haciendo cargo de su salud, tanto física como mental, de modo que los controles se constituyan en un espacio de orientación para el autocuidado.

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